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Columna de Opinión: El sector Frutícola Chileno y la Economía Circular

“La agricultura circular resalta la importancia de preservar la biodiversidad mediante prácticas agrícolas que fomenten la diversidad de cultivos y la conservación de hábitats naturales en las zonas de producción”.

Publicado el 28/08/2023

Columna de opinión de Rodrigo Silva Muñoz, Ingeniero Agrónomo, Ph.D en Ciencias Agrarias y jefe de proyectos de la Fundación Empresarial Eurochile.

El modelo frutícola chileno es un ejemplo manifiesto de la exitosa industria agrícola y de exportación de frutas frescas que ha desarrollado Chile a lo largo de las décadas. Esto debido a que se ha convertido en un referente a nivel mundial tras destacar en calidad, diversificación de productos y  apertura a los mercados internacionales.

Este éxito está dado principalmente por cinco factores que han permitido el desarrollo de la actividad frutícola en nuestro país, i) el alto número de acuerdos comerciales; ii) favorables condiciones edafoclimáticas; iii) poseer una buena condición de sanidad vegetal; iv) tener una buena organización y coordinación de los sectores productivos, académicos y públicos y v) la contrastación con el hemisferio norte en la producción de frutas.

A pesar de ello, el modelo frutícola chileno, al ser en su mayoría de producción agrícola convencional fundamentado en prácticas y técnicas tradicionales, no está exento de problemas. Aunque ha demostrado eficiencia en la producción de alimentos a gran escala, también ha suscitado debates debido a sus impactos en el medio ambiente, la sociedad y la salud.

Este modelo, al ser altamente intensivo en el uso de agroquímicos y prácticas de laboreo, genera externalidades negativas, como la degradación de suelo, la contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad, la resistencia de plagas y enfermedades, emisiones de gases de efecto invernadero y uso excesivo de agua, entre otras externalidades que no solo perjudican la salud de los ecosistemas, sino que también de la sociedad, afectando la productividad a largo plazo y comprometiendo la sostenibilidad de los territorios agrícolas y de sus habitantes.  Sin embargo, en los últimos años, se ha producido un aumento en la conciencia sobre los impactos negativos de este modelo agrícola convencional en términos de salud, sostenibilidad ambiental y equidad, efecto que está siendo reconocido y ha tomado gran importancia por parte de los consumidores.

Fruto de esto, surge uno de los más grandes desafíos para el sector frutícola nacional, el cual es aumentar la productividad de manera sostenible, haciendo un uso eficiente de los recursos naturales, contribuyendo positivamente al medio ambiente y a la sociedad. Sumado a los efectos negativos del cambio climático y a la necesidad de dar respuesta a consumidores cada vez más exigentes, informados e interesados en productos elaborados de forma sostenible y al proceso de producción de los alimentos, provoca que los productores frutícolas deban buscar nuevas alternativas de producir y ser más eficientes en el uso de recursos.

En la actualidad, los productores están haciendo grandes esfuerzos, adhiriéndose a acuerdos de producción limpia (APL), integrando certificaciones ambientales y políticas de sostenibilidad, pero lamentablemente esto no es suficiente para poder cambiar este paradigma. De esta manera, una respuesta para mejorar esta situación es la economía circular, modelo que busca minimizar la extracción de recursos naturales, reducir la generación de residuos y promover la reutilización, reciclaje y renovación de materiales para crear un sistema más sostenible. Aplicada en la agricultura, denominada como “agricultura circular”, transforma la manera en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos, y se destaca por la minimización del desperdicio y la maximización de la eficiencia en el uso de los recursos.

La “agricultura circular” tiene como objetivo mejorar la seguridad alimentaria, promover la salud del suelo y el agua, y fortalecer la resiliencia ante eventos climáticos extremos. Este enfoque circular en el que se usan menos recursos, se producen alimentos de manera más eficiente y se generan residuos que se reutilizan, contribuye a cerrar los ciclos de nutrientes y materiales. Para lograr esto, se debiesen adoptar diversas prácticas en el proceso productivo, como, por ejemplo, prácticas de Agricultura Regenerativa y Conservación del Suelo, el Reciclaje y la Reutilización de Materiales, el uso de Energía Renovable y Estrategias de Eficiencia Energética, entre otras.

A su vez, la agricultura circular, también resalta la importancia de preservar la biodiversidad mediante prácticas agrícolas que fomenten la diversidad de cultivos y la conservación de hábitats naturales en las zonas de producción. En este contexto, la agricultura circular promueve la restitución de nutrientes al suelo a través del compostaje, la aplicación de estiércol y la rotación de cultivos. Estas prácticas no solo disminuyen la dependencia de fertilizantes químicos, sino que también mejoran de manera considerable la salud del suelo.

En definitiva, la incorporación de los principios de la economía circular por parte de los productores frutícolas nacionales les brindará la oportunidad de lograr una producción más sostenible, reduciendo su desperdicio y minimizando el impacto ambiental. Al hacerlo, el sector puede optar a obtener una mayor resiliencia ambiental y económica, y mejorar su posición en el mercado global de alimentos, el que cada día es más exigente en esta materia. Sin embargo, esta tarea no es un camino fácil que los productores frutícolas deban recorrer solos. Para lograr el éxito de esta transición, es clave el apoyo tanto del sector público como de la academia para lograr este objetivo, a través de la creación de programas de apoyo a los productores que decidan transitar hacia una agricultura más circular.

En la actualidad, Rodrigo Silva, jefe de proyectos del Área de Sostenibilidad y Economía Circular de la Fundación Empresarial Eurochile, lidera el proyecto Alianza chileno-europea para la transición verde en MiPymes del sector frutícola chileno y sus Organizaciones Empresariales“, en el marco del programa AL-INVEST Verde, cuyo objetivo es ayudar a las pequeñas y medianas empresas a adoptar prácticas sostenibles y circulares en sus sistemas agroalimentarios.